martes, 3 de enero de 2017

Tejedora




Este es el efecto
de una causa oculta.
Vuelvo a deshacer el ovillo.

Un extremo, el visible,
es que no soy feliz.
El otro, en lo profundo de la madeja
no se ve pero existe
y ha determinado la forma de todo el ovillo.

Voy en busca de ese origen
a desenredar todos los nudos
la maraña
y devolverle el sentido a cada hebra.

Va a ser agobiante, doloroso y divertido.
No voy a poder creer haber desperdiciado tantos metros,
haber manchado tramos tan valiosos,
haber enredado tanto la sustancia,
haber cortado... 
       eso...
haber hecho tantos cortes
que hirieron para siempre la integridad.
Digna mística suprema 
integridad.

(Así de importante era cada milímetro instante.
Mantenía todo unido y era todo)

Al llegar al otro extremo
-el que no recuerdo,
 el que mi vida sabe-,
va a ser suficiente con sentirme
profundamente arrepentida,
unir noblemente los fragmentos,
volver a ovillar
y decidir

qué nuevas tramas
                        caminos
                               redes, puedo hacer
                                         con la materia prima
                                         que siempre fui.

No es una opción dejar de tejer.





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