Este es mi cuerpo.
No el que debería ser,
no el que cabe al maniquí.
El mío,
el real, el que más tengo.
Al que el tiempo surca y merodea,
al que le pasa y pasa la vida.
Mi medio de transporte.
Cierto sitio.
Habitado por música, dolores,
cicatrices, flores, noches,
muertes y abrazos.
Esta es la casa
que ha mutado y retorna
del escalofrío al espasmo,
del mar a la distancia,
del sueño al agua tibia.
Y que volverá un día
del vértigo
al descanso entre raíces.
Me niego al anticuerpo
que no cumple jamás
con el espejo,
me niego a la vergüenza
y me reconozco entera.
Hasta las manos.
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