El hijo que
mira
la propia
vida torpe.
Y la propia
vida
quiere ser
ejemplo
que le sirva
al hijo.
Sustento y
herramienta.
El hijo que
con su mirada
también dice
la calma
que el
tiempo imprime.
Estoy bien,
dice con
los días.
Estoy bien.
Las cartas
que lleva
rebalsan mi
anhelo
de verlo
feliz.
Mi deseo
profundo de
que en su
mundo haya respuestas
y noches
tranquilas.
Allá va mi
hijo.
Quisiera
tatuar la buena fortuna
en los
suelos que pise,
en su paso,
en sus plantas.
Quisiera
despegar mis angustias
de su
historia.
Hacerle
llegar como un río
el caudal
de coraje y audacia
que la vida
exige.
Confianza
en sí mismo,
brújula
deseo
y toda la
risa.
Buenas,
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Saludos
Precioso. Los hijos... espejos infinitos en los que hasta nuestras propias oscuridades se vuelven hermosas...
ResponderEliminarGracias por tu comentario!!! Perdón pero recién lo veo!!! Saludos! Flor
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