Pesadilla.
Venga, venga…
Quién asoma a la superficie, quién quiere irse.
Pasen, no tengo miedo, yo las traje.
No hay enemigos.
Sombras, obreras de mi vida,
muertes de mi vida.
A medida que las voy amando
parecen despedirse en sueños nítidos de oscura naturaleza.
Dicen: -Soy tus mil memorias que siempre sangran
todos los días digo tu pena
te di llagas a medida, laberintos
y una alarma perfecta que no descansa ni falla.
Como una fiebre fui necesaria y te serví
para que sientas, busques y sepas-.
Gracias. Salgan de ese sótano infestado. Ya pueden irse.
Las nombro, las reconozco mías
les pido perdón. De a una salen por mi noche
tristes y exhaustas, algunas milenarias
inofensivas como monstruos.
Yo soy responsable ahora,
ya fue suficiente.
Ojala se vacíe un día mi sala
e inhale al fin la luz que intuye y no conoce.